Muchos creen que yo desde chiquita quería ser astrónoma, pero la verdad no. No supe que quería ser hasta cuando me tocó decidir el tema de doctorado. Lo que si me apasionó toda la vida era saber el por qué de las cosas. Mi mamá cuenta que una día la tenía cansada con tantos “por qués”, inclusive despues de que le pregunté que hora era, y ella respondió “las 5 y media”, yo contesté “y por qué”, lo que hizo que mis padres se rieran a carcajadas… parece que se quedaron sin respuesta. Así que desde pequeña siempre tuve curiosidad de cómo funciona el mundo. Viendo que todos en mi familia eran ingenieros, en la universidad me quise rebelar estudiando historia o ciencia política, pero rápidamente me di cuenta que lo mío eran las ciencias exactas: el conocimiento que es verídico, independientemente de cualquier opinión, y está para yo descubrirlo.
Y así comenzó mi carrera en ciencias, primero en física que comencé en la Universidad de Los Andes (junto con economía), y terminé en la Universidad de Toronto, luego una maestría en geofísica en la Universidad de Toronto, luego mi doctorado en la Universidad de Harvard, luego un postdoctorado en El Observatorio de la Costa Azul como Henri Poincare Fellow, luego un segundo postdoctorado como NASA Sagan Fellow que me decidí llevar a MIT, y ahora como profesora de la Universidad de Toronto. Mirando hacia atrás parecen muchos estudios! Pero la verdad es que el entrenamiento es solamente hasta el doctorado, de ahí en adelante ya es trabajo como científica. Y estoy muy agradecida de tener un trabajo donde me pagan por pensar, desarrollar mis ideas, innovar, y entrenar a la siguiente generación de científicos.
Espero con esta pequeña historia, motivar a algunos chicos a seguir su corazón, que no importa saber con certeza cual es la profesión que quieres, sino más bien seguir alimentando la curiosidad, la exploración y las ganas de aprender sobre el mundo.